
Por Alejandro Villegas
A 57 años de distancia, el recuerdo del 2 de octubre de 1968 se mantiene vivo, no se olvida, pero tampoco se tiene claro, por parte de las nuevas generaciones su origen y consecuencias.
Su relación con el movimiento estudiantil internacional y el ambiente de las Olimpiadas que aquel año se realizaron en el suelo patrio.
También se olvida por ejemplo que, por supuesto sin que tenga culpa alguna, el ciudadano Omar García Harfuch es nieto del ciudadano general Marcelino García Barragán a quien se atribuyó parte de la responsabilidad de la masacre de Tlatelolco.
O la participación destacada que se ha puesto en duda de Pablo Gómez Álvarez, en el desarrollo del movimiento.
De hecho, son pocos los sobrevivientes de aquel célebre Comité de Huelga, sin embargo, la protesta social subsiste y se mantiene cada año, aunque ya con las figuras de los ciudadanos Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez a la distancia y cada vez más diluidas.
Aunque a lo largo de la historia han surgido fotos por ejemplo de los ciudadanos Ernesto Zedillo, José Woldenberg y Julia Carabias, en el contexto del movimiento quizá como actores menores involuntarios y parte del ala estudiantil.
La consigna es clara y precisa, 2 de octubre no se olvida, pero hay que tener claro el contexto y trascendencia, el bazucazo, la matanza, la represión, el campo militar número uno, la bengala y el batallón Olimpia, son lugares comunes, lo indispensable es tener presente la historia verdadera.
No la que hoy se intenta reescribir desde el ejercicio del poder. Es claro que la inmensa mayoría de quienes hoy detentan el poder, incluida la ciudadana presidenta no vivieron el momento de manera consciente y aun así se atreven a brindar un testimonio que a todas luces resulta irrelevante.
El dos de octubre no se olvida, pero hay que tener claros los recuerdos y ello incluye dejar de lado, posiciones y discursos plagados de demagogia que a estas alturas son anacrónicos y solo dejan ver la forma en la que se quiere conducir cual moderno flautista al pueblo bueno.
Retroactividad
La incorporación de las reformas de la ley de amparo de la figura de la retroactividad, se traduce en un riesgo para la prevalencia de un principio constitucional básico.
De confirmarse su entrada en vigor y aplicación, a partir de la interpretación de los jueces, podría influir en otras esferas y terminar con la vigencia del principio de no retroactividad de las leyes en perjuicio del ciudadano.
El tema reintroducido de última hora, en el Senado, pasó la frontera ahora falta ver si en primera instancia la Cámara de Diputados como revisora enmienda el error o si en su caso la ciudadana presidenta lo hace.
Llegó la hora de quitarse las caretas o comenzar a ejercer en realidad el mando.